Vivir en la tierra natal de Cirilo Villaverde, un imprescindible de la
literatura cubana de cualquier tiempo, regocija a los pobladores de San
Diego de Núñez: la tarja en su memoria es hace mucho el centro
histórico-cultural por excelencia en el asentamiento bahiahondense de 75
kilómetros cuadrados, cuya belleza paisajística bastaría para admirar.
El hijo de Lucas, médico del decimonónico ingenio Santiago, nació allí
el 28 de octubre de 1812, y aunque residiera en el sitio solamente 11 de
sus 82 años de vida, los recuerdos de su niñez, presididos por la
tragedia de los esclavos de las plantaciones de caña, lo llevaron a
incorporar a su obra el problema negro y las costumbres del campo cubano
en aquella época, especialmente en la novela Cecilia Valdés o La loma
del Ángel.
Graduado en La Habana, de Filosofía y Bachiller en Leyes, ganó la
inmortalidad entre los novelistas con esa obra, que tardó más de
cuarenta años en ver la luz: comenzada en 1839, no apareció hasta 1882.
Su contenido antiesclavista, constituye además un valioso testimonio de
la época, escrito con inusual crudeza realista y un fuerte
sentimentalismo, pero sus elementos de truculencia y misterio hicieron
de ella una escalofriante y memorable descripción de la vida cubana
hacia 1820.
Resulta muy llamativo que, precisamente en 1839, Villaverde emprendió
su famoso viaje a Pinar del Río, del cual resultara el libro Excursión a
Vueltabajo; retornar a los 27 años al lugar tan amado, despertó sus
recuerdos y vivencias, y fue como el resultado directo de la energía
creadora que después lo poseyó.
Ese rencuentro con quienes había conocido, con los viejos amigos de su
padre, con las cosas, lugares y paisajes ya vistos, leyendas y
supersticiones, creó un cúmulo de experiencias que fundamentaron las
obras posteriores.
Según no pocos estudiosos, Villaverde dio constantemente testimonio de
su vida; raras veces escribió sobre lo que no había visto o escuchado
contar a sus amigos y parientes, su imaginación no creó personajes
uniendo elementos dispersos, sino que los reconstruyó. Su interés estuvo
en trabajar con modelos vivos, en “retratar” lo que veían sus ojos.
De acuerdo con el poeta y ensayista Antón Arrufat, los personajes de
Cecilia Valdés, “tienen una historia propia aparte de la que el autor
narra. Villaverde cambió sus nombres simplemente; y en muchos casos no
los tocó, como en el de la familia Ilincheta, por ejemplo”.
Autor, además, de La Cueva Taganana, El Ave Muerta, El Perjurio, y La
Peña Blanca, el también periodista, no se limitó al quehacer intelectual
y por su accionar separatista fue detenido en 1848; al año siguiente
escapó a Nueva York, allí fue secretario de Narciso López hasta la
muerte de este, y se afirma que junto a él contribuyó a la concepción de
la bandera cubana, diseñada por Miguel Teurbe Tolón.
Villaverde falleció en Estados Unidos, no pudo regresar a su patria;
sin embargo, la experiencia de López en 1851 a suelo bahiahondense,
cuando ya el escritor era su secretario, revela cuán presente tuvo
siempre su tierra natal, y explica el halo de su recuerdo en estas
montañas.